Rosa Luxemburg nació en la pequeña población polaca de Zamosc, el 5 de marzo de
1871. Desde muy joven fue activista del movimiento socialista. Se unió a un
partido revolucionario llamado Proletariat, fundado en 1882, alrededor de 21
años antes de que se fundara el Partido Social Demócrata Ruso (bolcheviques y
mencheviques).
Proletariat estuvo desde sus comienzos, tanto en principios como en programa,
señaladamente adelantado con respecto al movimiento revolucionario en Rusia.
Mientras el movimiento revolucionario ruso estaba todavía restringido a actos de
terrorismo individual llevados a cabo por una heroica minoría de intelectuales,
Proletariat organizaba y dirigía a miles de trabajadores en huelga. No obstante,
en 1886, Proletariat fue prácticamente decapitado por la ejecución de cuatro de
sus líderes, el encarcelamiento de otros veintitrés bajo largas condenas a
trabajos forzados y el destierro de otros doscientos. Sólo se salvaron del
naufragio pequeños círculos, y a uno de ellos se unió Rosa Luxemburg a los 16
años. Alrededor de 1889, su actuación llegó a oídos de la policía y tuvo que
abandonar Polonia, ya que sus camaradas pensaron que podría realizar tareas más
útiles en el exterior que en prisión. Fue a Zurich, en Suiza, que era el centro
más importante de emigración polaca y rusa. Ingresó en la universidad, donde
estudió ciencias naturales, matemáticas y economía. Tomó parte activa en el
movimiento obrero local y en la intensa vida intelectual de los revolucionarios
emigrados.
Apenas dos años más tarde, Rosa ya era reconocida como líder teórico del
partido socialista revolucionario de Polonia. Llegó a ser colaboradora principal
del diario del partido, Sprawa Rabotnicza, publicado en París. En 1894,
el nombre del partido, Proletariat, cambió por el de Partido Social Demócrata
del Reino de Polonia; muy poco después, Lituania se añadió al título. Rosa
siguió siendo líder teórico del partido -el SDKPL- hasta el fin de su vida.
En agosto de 1893, representó al partido en el Congreso de la Internacional
Socialista. Allí, siendo una joven de 22 años, tuvo que lidiar con veteranos muy
conocidos de otro partido polaco, el Partido Socialista Polaco (PPS), cuyo
principio más importante era la independencia de Polonia, y que demandaba el
reconocimiento de todos los miembros de mayor experiencia del socialismo
internacional.
La ayuda para el movimiento nacional en Polonia tenía tras de sí el peso de
una larga tradición: también Marx y Engels habían hecho de esto un principio
importante en su política. Impertérrita ante todo esto, Rosa cuestionó al PSS,
acusándolo de tendencias claramente nacionalistas y de propensión a desviar a
los trabajadores de la senda de la lucha de clases; se atrevió a tomar una
posición diferente a la de los viejos maestros y se opuso al slogan de
"independencia para Polonia". Sus adversarios acumularon injurias sobre ella:
algunos, como el veterano discípulo y amigo de Marx y Engels, Wilhelm
Liebknecht, llegó a acusarla de ser agente de la policía secreta zarista. No
obstante, ella se mantuvo en sus trece.
Intelectualmente crecía a pasos agigantados. En 1898, se dirigió al centro
del movimiento obrero internacional en Alemania, que la atrajo
irresistiblemente.
Comenzó a escribir asiduamente, y después de un tiempo llegó a ser uno de los
principales colaboradores del periódico teórico marxista más importante de la
época, Die Neue Zeit. Invariablemente independiente en el juicio y en la
crítica, ni siquiera el tremendo prestigio de Karl Kautsky, su director -"Papa
del marxismo", como se le llamaba-, lograba apartarla de sus opiniones
elaboradas, una vez que estaba convencida de ellas.
Rosa entregó cuerpo y alma al movimiento obrero en Alemania. Era colaboradora
regular de numerosos diarios socialistas -y en algunos casos directora-, dirigió
muchos mítines populares y tomó parte enérgicamente en todas las tareas que el
movimiento le requería. Desde el principio hasta el fin, sus disertaciones y
artículos eran trabajos creativos originales, en los que apelaba a la razón más
que a la emoción, y en los que siempre abría a sus oyentes y lectores un
horizonte más amplio.
En este momento, el movimiento de Alemania se dividió en dos tendencias
principales, una reformista -con fuerza creciente- y la otra revolucionaria.
Alemania había gozado de creciente prosperidad desde la crisis de 1873. El nivel
de vida de los trabajadores había ido mejorando ininterrumpidamente, aunque en
forma lenta: los sindicatos y cooperativas se habían vuelto más fuertes. En
estas circunstancias, la burocracia de estos movimientos, junto con la creciente
representación parlamentaria del Partido Social Demócrata, se alejaba de la
revolución y se inclinaba con gran ímpetu hacia los que ya proclamaban el cambio
gradual o el reformismo como meta. El principal vocero de esta tendencia era
Eduard Bernstein, un discípulo de Engels. Entre 1896 y 1898, escribió una serie
de artículos en Die Neue Zeit sobre "Problemas del Socialismo", atacando
cada vez más abiertamente los principios del marxismo. Estalló una larga y
amarga discusión. Rosa Luxemburg, que acababa de ingresar en el movimiento
obrero alemán, inmediatamente salió en defensa del marxismo. De forma brillante
y con magnífico ardor atacó el propagado cáncer del reformismo en su folleto
¿Reformismo o revolución?.
Poco después, en 1899, el "socialista" francés Millerand participó de un
gobierno de coalición con un partido capitalista. Rosa siguió atentamente este
experimento y lo analizó en una serie de brillantes artículos referentes a la
situación del movimiento francés en general, y a la cuestión de los gobiernos de
coalición en particular. Después del fiasco de Macdonald en Gran Bretaña, el de
la República de Weimar en Alemania, el del Frente Popular en Francia en la
década de los 30 y los gobiernos de coalición posteriores a la Segunda Guerra
Mundial en el mismo país, queda claro que las enseñanzas impartidas por Rosa no
son únicamente de interés histórico.
Entre 1903-1904, Rosa se entregó a una polémica con Lenin, con quien disentía
en la cuestión nacional, y en la concepción de la estructura del partido y la
relación entre el partido y la actividad de las masas.
En 1904, después de "insultar al Káiser", fue sentenciada a nueve meses de
prisión, de los cuales cumplió solo uno.
En 1905, con el estallido de la primera revolución rusa, escribió una serie
de artículos y panfletos para el partido polaco, en los que exponía la idea de
la revolución permanente, que había sido desarrollada independientemente por
Trotsky y Parvus, pero sostenida por pocos marxistas de la época. Mientras que
tanto los bolcheviques como los mencheviques, a pesar de sus profundas
divergencias, creían que la revolución rusa había de ser democrático-burguesa,
Rosa argüía que se desarrollaría más allá del estadio de burguesía democrática y
que podría terminar en el poder de los trabajadores o en una derrota total. Su
slogan era "dictadura revolucionaria del proletariado basada en el
campesinado".1
Sin embargo, pensar, escribir y hablar sobre la revolución no era suficiente
para Rosa Luxemburg. El motto de su vida fue: "En el principio fue el
acto". Y aunque no gozaba de buena salud en ese momento, entró de contrabando en
la Polonia rusa tan pronto como pudo (en diciembre de 1905). En ese momento el
punto culminante de la revolución había sido superado. Las masas todavía estaban
activas, pero ahora vacilantes, mientras la reacción alzaba su cabeza. Se
prohibieron todos los mítines, pero los obreros todavía los celebraban en sus
fortalezas: las fábricas. Todos los periódicos de los trabajadores fueron
suprimidos, pero el del partido de Rosa seguía apareciendo todos los días,
impreso clandestinamente. El 4 de marzo de 1906 fue arrestada y detenida durante
cuatro meses, primero en la prisión y posteriormente en un fuerte. A causa de su
mala salud y de su nacionalidad alemana, fue liberada y expulsada del país.2
La revolución rusa dio vigor a una idea que Rosa había concebido años atrás:
que las huelgas de masas -tanto políticas como económicas- constituían un
elemento cardinal en la lucha revolucionaria de los trabajadores por el poder,
singularizando a la revolución socialista de todas las anteriores. A partir de
allí elaboró aquella idea en base a una nueva experiencia histórica.
Al hablar en tal sentido en un mitin público fue acusada de "incitar a la
violencia", y pasó otros dos meses en prisión, esta vez en Alemania.
En 1907, participó en el Congreso de la Internacional Socialista celebrado en
Stuttgart. Habló en nombre de los partidos ruso y polaco, desarrollando una
posición revolucionaria coherente frente a la guerra imperialista y al
militarismo.
Entre 1905 y 1910, la escisión entre Rosa Luxemburg y la dirección
centrista3
del SPD -del que Kautsky era el portavoz teórico- se hizo más profunda. Ya en
1907, Rosa había expresado su temor de que los líderes del partido, al margen de
su profesión de marxismo, vacilarían frente a una situación que requiriera
acción. El punto culminante llegó en 1910, cuando se produjo una ruptura total
entre Rosa y Karl Kautsky por la cuestión de la vía de los trabajadores hacia
el poder. Desde ese momento, el SPD se dividió en tres tendencias
diferenciadas: los reformistas, que progresivamente fueron adoptando una
política imperialista; los así llamados marxistas de centro, conducidos por
Kautsky (ahora apodado por Rosa Luxemburg "líder del pantano"), quien conservaba
su radicalismo verbal pero se limitaba cada vez más a los métodos parlamentarios
de lucha; y el ala revolucionaria, de la que Rosa Luxemburg era la principal
inspiradora.
En 1913, publicó su obra más importante: La acumulación de capital. (Una
contribución a la explicación económica del imperialismo). Ésta es sin duda,
desde El Capital una de las contribuciones más originales a la doctrina
económica marxista. Este libro -como lo señalara Mehring, el biógrafo de Marx-
con su caudal de erudición, brillantez de estilo, vigoroso análisis e
independencia intelectual, es de todas las obras marxistas, la más cercana a
El Capital. El problema central que estudia es de enorme importancia
teórica y política: los efectos que la expansión del capitalismo en territorios
nuevos y atrasados, tiene sobre sus propias contradicciones internas y sobre la
estabilidad del sistema.
El 20 de febrero de 1914, Rosa Luxemburg fue arrestada por incitar a los
soldados a la rebelión. La base de esta acusación fue una arenga en la que
declaró: "Si ellos esperan que asesinemos a los franceses o a cualquier otro
hermano extranjero, digámosles: 'No, bajo ninguna circunstancia'". En el
Tribunal se transformó de acusada en acusadora, y su disertación -publicada
posteriormente bajo el título Militarismo, guerra y clase obrera- es una
de las más inspiradas condenas del imperialismo por parte del socialismo
revolucionario. Se la sentenció a un año de prisión, pero no fue detenida ahí
mismo. Al salir de la sala del tribunal fue de inmediato a un mitin popular, en
el que repitió su revolucionaria propaganda antibélica.
Cuando estalló la Primera Guerra Mundial, prácticamente todos los líderes
socialistas fueron devorados por la marea patriótica. El 3 de agosto de 1914, el
grupo parlamentario de la socialdemocracia alemana decidió votar a favor de
créditos para el gobierno del Káiser. Sólo quince de los ciento once diputados
mostraron algún deseo de votar en contra. No obstante, después de serles
rechazada su solicitud de permiso, se sometieron a la disciplina del partido, y
el 4 de agosto, todo el grupo socialdemócrata votó por unanimidad en favor de
los créditos. Pocos meses después, el 3 de diciembre, Karl Liebknecht ignoró la
disciplina del partido para votar de acuerdo con su conciencia. Fue el único
voto en contra de los créditos para la guerra.
La decisión de la dirección del partido fue un rudo golpe para Rosa
Luxemburg. Sin embargo, no se permitió la desesperación. El mismo día que los
diputados de la socialdemocracia se unieron a las banderas del Káiser, un
pequeño grupo de socialistas se reunió en su departamento y decidió emprender la
lucha contra la guerra. Este grupo, dirigido por Rosa, Karl Liebknecht, Franz
Mehring y Clara Zetkin, finalmente se transformó en la Liga Espartaco. Durante
cuatro años, principalmente desde la prisión, Rosa continuó dirigiendo,
inspirando y organizando a los revolucionarios, levantando las banderas del
socialismo internacional.
El estallido de la guerra, separó a Rosa del movimiento obrero polaco, pero
debe de haber obtenido profunda satisfacción, porque su propio partido en
Polonia permaneciera en todo sentido leal a las ideas del socialismo
internacional.
La revolución rusa de febrero de 1917 concretó las ideas políticas de Rosa:
oposición revolucionaria a la guerra y lucha para el derrocamiento de los
gobiernos imperialistas. Desde la prisión, seguía febrilmente los
acontecimientos, estudiándolos a fondo con el objeto de recoger enseñanzas para
el futuro. Señaló sin vacilaciones que la victoria de febrero no significaba el
final de la lucha, sino solo su comienzo; que únicamente el poder en manos de la
clase trabajadora podía asegurar la paz. Emitió constantes llamamientos a los
trabajadores y soldados alemanes para que emularan a sus hermanos rusos,
derrocaran a los junkers y al capitalismo. Así, al mismo tiempo que se
solidarizarían con la revolución rusa, evitarían morir desangrados bajo las
ruinas de la barbarie capitalista.
Cuando estalló la Revolución de Octubre, Rosa la recibió con entusiasmo,
ensalzándola con los términos más elevados. Al mismo tiempo, no sustentaba la
creencia de que la aceptación acrítica de todo lo que los bolcheviques hicieran
fuera útil al movimiento obrero. Previó claramente que si la Revolución Rusa
permanecía en el aislamiento, un elevado número de distorsiones mutilarían su
desarrollo; bien pronto señaló tales distorsiones en el proceso de desarrollo de
la Rusia soviética, particularmente sobre la cuestión de la democracia.
El 8 de noviembre de 1918, la revolución alemana liberó a Rosa de la prisión.
Con todo su energía y entusiasmo se sumergió en la lucha revolucionaria.
Lamentablemente las fuerzas reaccionarias eran poderosas. Líderes del ala
derecha de la socialdemocracia y generales del viejo ejército del Káiser unieron
sus fuerzas para suprimir al proletariado revolucionario. Miles de trabajadores
fueron asesinados; el 15 de enero de 1919 mataron a Karl Liebknecht; el mismo
día, el culatazo de rifle de un soldado destrozó el cráneo de Rosa
Luxemburg.
El movimiento internacional de los trabajadores perdió, con su muerte, uno de
sus más nobles espíritus. "El más admirable cerebro entre los sucesores
científicos de Marx y Engels", como dijo Mehring, había dejado de existir. En su
vida, como en su muerte, dio todo por la liberación de la humanidad.
Notas.-
1. No por nada Stalin denuncia a Rosa póstumamente en 1931 como trotskista (véase J.V.Stalin, Works Tomo XII, pp86-104).
1. No por nada Stalin denuncia a Rosa póstumamente en 1931 como trotskista (véase J.V.Stalin, Works Tomo XII, pp86-104).
2. Había adquirido la nacionalidad alemana mediante un matrimonio simulado
con Gustav Lübeck. (N. de la T.)
3. Centrista fue un término que se aplicaba
a aquellos que mantenían una posición intermedia, vacilante, entre los
revolucionarios consistentes y los reformistas declarados. (N. del T.)
Capítulo 1 de Tony Cliff: Rosa Luxemburg, en www.marxists.org
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