Theodor Wiesengrund Adorno; Francfort del Main, 1903 – Visp, Suiza, 1969)
Filósofo, sociólogo y musicólogo alemán, destacado representante de la llamada
"teoría crítica de la sociedad" nacida en el Institut für die Sozialforschung
(Instituto para la Investigación Social) de Frankfurt.
Hijo de un comerciante judío alemán y de una cantante de origen
corso-genovés que estimuló su amor por la música y de quien tomó el apellido con
el que se le conoce. En 1924 se graduó en filosofía en la Universidad de
Frankfurt con la tesis Die Transzendenz des Dinglichen und Noematischen in
Husserls Phänomenologie, y en 1931 se doctoró en la misma universidad con el
trabajo Kierkegaard. Konstruktion des Aestetischen (1933).
Enseñó filosofía en la Universidad de Frankfurt hasta que, con la
ascensión del nazismo, se vio obligado a emigrar, primero a París, después a
Oxford (Inglaterra) y, finalmente, a Estados Unidos (New York, Princeton,
Berkeley y Los Ángeles). Regresó a Europa en cuanto terminó la guerra, y en 1950
reanudó sus clases de filosofía y sociología en la misma Universidad,
desempeñando además los cargos de codirector del Institut für die
Sozialforschung, anexo desde 1952 a la Johann Wolfgang Goethe Universität de
aquella ciudad.
Además de su estimulante amistad con Siegfried Krakauer y con
Walter Benjamin, que influyeron en su obra, en su vida fue decisivo su encuentro
con Max Horkheimer, pensador afín con quien comenzó una larga y fructuosa
colaboración en la revista del Instituto, además de una provechosa experiencia
de reflexión teórica común que culminó principalmente en la redacción a cuatro
manos de la Dialéctica de la Ilustración (1944).
En cuanto a su interés por la musicología, tuvo gran importancia
su relación con la vanguardia musical vienesa (Schönberg, Steuermann y Alban
Berg, de quien fue alumno). Las consideraciones sociológico-musicales que
desarrolló, sobre todo en la Filosofía de la nueva música (1949), en
Versuch über Wagner (1952), en Disonancias. Música de un mundo
administrado (1956), en Mahler (1960) y en Der gertreue
Korrepetitor (1963) constituyen una parte sustancial de su obra teórica.
El mismo Thomas Mann se valió del asesoramiento del "consejero
secreto" Adorno para la parte musicológica de su El doctor Fausto (1947),
que sintoniza sustancialmente con las tesis de la Filosofía de la nueva
música, en la que al intérprete de la infracción sistemática de la tradición
y de lo convencional (Mahler) se le contrapone Stravinski, es decir, el
intérprete (Hindemith y Wagner) del retorno a lo arcaico, lo ingenuo y lo
naturalista, con gran riesgo de falsificación.
Valorando la disonancia frente al oído convencional, Adorno se
propone observar el potencial utópico que ésta introduce, ya que, a su juicio,
la música también expresa las contradicciones de la sociedad, llevando a la
crisis el estatuto de lo existente y convirtiéndose así, como cualquier otro
arte, en una protesta contra la falta de libertad y una tendencia hacia un
futuro diferente.
En el plano filosófico y sociológico los dos temas principales de
la reflexión crítica de Adorno son, por una parte, la despiadada lucidez frente
a las tendencias predominantes en la realidad moderna y por la otra, la tensión
utópica hacia una dimensión "otra" del presente cosificado y alienado, aunque la
rehúsa y la declara imposible. Como consecuencia de una formación
dialéctico-hegeliana que atesora el magisterio marxista, Adorno confirma la
importancia de la "negación" como instrumento de crítica de la sociedad.
En la Dialéctica de la Ilustración, que ofrece una
radiografía de la moderna sociedad de masas obtenida directamente de la
estadounidense de la posguerra inmediata, ya se diseña el horizonte del hombre
contemporáneo envilecido por la "industria cultural", con sus falaces
libertades, y por el mito de la racionalidad científica que, desde sus remotos
orígenes en la Ilustración dieciochesca, se entrelaza con el dominio, y cuya
función liberadora resulta sofocada cada vez por un totalitarismo más o menos
explícito. De aquí su constante polémica con el pensamiento instrumental, con el
culto a la exactitud y con cualquier forma de historicismo progresista.
Estos temas se desarrollan, además de en la summa
filosófica que constituye la Dialéctica de la Ilustración, en el
fascinante collage de aforismos titulado Mínima moralia (1951), en el
ensayo sociológico La personalidad autoritaria (1950), en su monumental
Dialéctica negativa (1966) y en Stichworte. Kritische Modelle
(1969). En el plano filosófico, junto a la relectura del pensamiento hegeliano
Tres estudios sobre Hegel (1963), a quien habría que atribuir el mérito
de haber abandonado el intelectualismo abstracto de la Ilustración sin rehuir
por ello la idealización de la razón dialéctica, la intervención de Adorno se
caracteriza por un repudio de la fenomenología, a la que, en el discutido ensayo
sobre Husserl titulado Zur Metakritik der Erkenntnistheorie (1968), acusa
de abstracción y distanciamiento de las contradicciones histórico-sociales, así
como de una sospecha constante hacia el irracionalismo, en cuyo ámbito hay que
colocar la misma ontología de Heidegger (Jargon der Eigentlichkeit,
1964).
La función dialéctico-negativa, inspirada al principio por el
rechazo de lo que es en nombre de lo que todavía no es, apoya también la crítica
adorniana de la cultura y sus intervenciones a propósito de la literatura,
recogidas principalmente en Prismas. Crítica cultural y social (1955) y
en los cuatro volúmenes de Notas de literatura (1958 y 1974). Poco antes
de morir, Adorno terminó una Teoría estética (publicada póstumamente en
1970), en la que reafirmó una vez más la urgencia, para el arte mismo, del nexo
entre crítica y utopía. El arte sólo puede justificarse como recuerdo de los
sufrimientos que se han acumulado en el transcurso de la historia, los cuales
exigen un rescate de la vida "ofendida" y un acto de reparación respecto a ella,
en virtud de un futuro cualitativamente diferente.
Si bien el particular tipo de análisis que ha adoptado el pensador
alemán no facilita una distinción clara de los campos que estudia, algunas de
sus obras se incluyen con todo derecho en el campo específico de los estudios
sociológicos. Durante su exilio en Estados Unidos, Adorno colaboró con
Frenkel-Brunswik, Levinson y Sanford en la investigación fundamental sobre la
psicología del antisemitismo La personalidad autoritaria (1950).
En esta obra la contribución de Adorno se despliega, no sólo en
una sección dedicada al material de la entrevista, sino también en la
conocidísima elaboración de las escalas de medida de las tendencias fascistoides
potencialmente presentes incluso entre los miembros de sociedades democráticas
como la estadounidense, actitudes ligadas al prejuicio y a la adhesión a modelos
de comportamiento estereotipados y conformistas.
La crítica de la sociología positivista (que Adorno identifica
casi totalmente con la de Estados Unidos) dejó su sello en Sociológica
(1956), redactada en colaboración con M. Horkheimer; para Adorno, esta
sociología, en cuanto ligada al detalle, pierde de vista la realidad social, lo
que priva a esta disciplina de una orientación racional que esté centrada en las
necesidades primarias de la existencia. En sus Soziologische Schriften
(1972), Adorno insiste en la importancia de aplicar el método dialéctico al
conocimiento de la sociedad contemporánea como el único capaz de escapar a la
imagen petrificada que ésta ofrece de sí misma. Otra obra de interés sociológico
es Sociología de la música (1962), y cabe citar también
Impromptus.
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