Los atenienses tuvieron esa
institución tan buena de obligara participar a todos los ciudadanos en
política. Y se generaba un conflicto fuerte y alguno, para mantenerse al
margen, se defendía diciendo que él no era político, entonces le aplicaban una
palabra específica para designarlo, una palabra que nosotros empleamos para
otras cosas. Le llamaban idiota. El idiota era idion, el que sólo quiere ser él
mismo. El idiota es el que piensa que puede vivir sólo para sí mismo,
desentendiéndose de la refriega política.
Fuente: página 113 de “Ëtica
de Urgencia”, Fernando Savater, Editoria Ariel
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