'El curioso caso de Benjamin Button'

ÁLVARO CORTINA. MADRID.- Después del gran éxito de 'A este lado del paraíso', y con su reafirmación como genio precoz con 'Hermosos y malditos', Francis Scott Fitzgerald, se dio a un tren de vida, de amor y lujo, de la mano de su mujer Zelda, que le movió a financiarse con relatos para la prensa (en 'Saturday Evening Post' o en 'Esquire'). Tuvo además la previsión de haber creado ya un mundo propio, un género siendo sólo un veinteañero, lo que, literariamente, es todo un seguro vitalicio.
La antología de Lumen 'El curioso caso de Benjamin Button' da perfecta cuenta de ese mundo reconocible de palabra brillante y florida, de psicologismo y lírica del crepúsculo, donde hombres solos circulan por un mundo voluble de fascinación y clase ociosa, coches abarrotados de jóvenes que van a un club flotando en la ebriedad distinguida de una pompa de champán.
El recuerdo desde las aspiraciones truncadas o principios y valores descuidados unidos, íntimamente, a palabras sueltas o miradas y promesas de bellas mujeres (todas ellas remiten a su Zelda), desdeñosas y superiores, pilares indelebles de la fiesta eterna de la 'beautiful people'.





El relato que titula este conjunto de virguerías alimenticias de esplendor y caída, 'El curioso caso de Benjamin Button', se sale un poco de la norma. Sólo un poco porque aborda el género fantástico, algo no muy afín a Scott Fitzgerald. Va de un hombre que nace viejo y muere joven. Pero sigue inmerso su protagonista (que encarna Brad Pitt en la próxima película de David Fincher) en el fasto del dinero y en la distinción juvenil de las hermandades de Harvard.
Madurez forzosa
En las ficciones de Fitzgerald siempre se testimonia el proceso de un joven hacia la madurez forzosa, desde su falta de expectativas hasta su decadencia o redención, o ambas cosas. También su paso doliente por el amor. Frases como "La oscuridad de esa noche ocultaría por siempre el sol y los árboles y las flores y las risas del mundo juvenil de George", del relato 'Sueños de invierno', pueden resumir (tosca pero ilustrativamente) estas obsesiones.
Los cuentos 'Sueños de invierno', 'Los sensatos', 'Cortejo nupcial', 'La última belleza sureña' o 'Regreso a Babilonia', y quizá en especial, 'El niño rico' (prototípico del escritor el indolente solterón Anson Hunter) abordan esta melancolía de suave noche americana de un modo esquemático, cada una de un modo diferente.
Son como píldoras sueltas, de fácil y pronta digestión de esta literatura de los años posteriores a la Primera Guerra Mundial, años de fox trot y venta ilegal de whisky.
Es posible que el lector aficionado a este maldito de Fitzgerald, precoz con la literatura, con el alcoholismo y con la muerte, no encuentre la satisfacción de otros de sus relatos en este volumen de Lumen, pero si se aprecia, inevitablemente, su encanto. Los editores han incluido, convenientemente, en la contraportada unas palabras muy justas del gran Raymond Chandler:
"Scott Fitzgerald tuvo una de las cualidades más raras que se han dado en la literatura de todos los tiempos y es una pena que la palabra que la designa haya sido totalmente degradada por los timadores de la publicidad. La palabra, de todos modos, es encanto. ¿Quién tiene encanto hoy en día? No se trata de escribir bien o de tener un estilo claro, sino de una suave magia, sometida y exquisita...".
Fuente: http://www.elmundo.es/elmundo/2008/11/12/cultura/1226511420.html

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