Las cajas Brillo de Andy Warhol. Filosofía de lo cotidiano

Considerado unánimemente uno de los pioneros del arte pop, Andy Warhol (Andrew Warhola, 1928-1987) había trabajado como dibujante publicitario antes de mostrar pinturas con motivos de latas de sopa Campbell en su primera exposición individual, realizada en la Ferus Gallery de Los Ángeles en julio de 1962. Unos meses más tarde mostró en la Stable Gallery de Nueva York otras pinturas con motivos también tomados del imaginario popular: el rostro de Marylin Monroe, botellas de Coca-Cola, y billetes de un dólar.
En 1964, junto a otros artistas que tenían una orientación similar a la suya, Warhol participó en Nueva York en la exposición “The American Supermarket”, en la que fueron mostrados “productos”, como conservas y cortes de carne, fabricados por los expositores. Poco después, en su segunda muestra individual en Nueva York, Warhol presentó objetos tridimensionales con motivos relacionados a marcas comerciales, lo que resultó en cajas de copos de cereales Kellog’s, ketchup Heinz, conservas de frutas Del Monte, y esponjas de metal Brillo.
Naturalmente, Warhol no mostró las cajas de cartón de los distintos productos, sino que confeccionó prismas de madera de dimensiones similares, sobre las que, utilizando medios fotográficos de reproducción, fueron serigrafiados con color acrílico los motivos originales. Debido a varias razones, las cajas de Brillo de mayor tamaño (50x50x38 cm.) fueron las que adquirieron mayor notoriedad, y por lo tanto las más reproducidas. Las descripciones del envase (“24 paquetes gigantes”, “esponjas con jabón resistentes al óxido”, “saca brillo al aluminio rápidamente”) muestran el carácter cotidiano, e incluso banal, del motivo, lejos de una elección basada en motivos estéticos. Aunque el entrenado ojo de publicista le permitió a Warhol tomar ventaja de un buen diseño gráfico previo, basado en los colores de la bandera de Estados Unidos, y en una forma de ola que representa el carácter “arrollador” del producto.
BENJAMÍN Y DANTO. Las cajas Brillo fueron creadas en un momento clave del cambio de paradigma que tuvo como consecuencia la sustitución de los principios del modernismo por los de lo que más tarde sería denominado posmodernismo. Al ser expuestas como obras de arte, las cajas cuestionaron ideas fundamentales del modernismo, entre otras la de la originalidad de una obra única que muestra “huellas” del genio artístico de su creador. En cuanto a este tema, es recurrente la referencia al libro La obra de arte en la era de su reproducción técnica (1936), en el que el filósofo Walter Benjamin alertó sobre el riesgo de que, debido a la reproducción mecánica, las obras de arte perdieran el “aura” que las caracterizaba.
Tres décadas más tarde el devenir de las artes visuales había llegado a la situación prevista por Benjamín, con lo que quedaba abierto el campo para la aparición de nuevas corrientes de interpretación de lo contemporáneo. Proveniente del área de la filosofía, Arthur C. Danto se convertiría en uno de los principales y más discutidos teóricos de la historia del arte de fines del siglo XX, especialmente luego de 1997, año de la publicación de Después del fin del arte. El arte contemporáneo y el linde de la historia.
El pensamiento de Danto apuntaba a terminar de desarmar los restos del andamiaje teórico del modernismo, pensamiento que en Estados Unidos había tenido a Clement Greenberg como uno de sus principales teóricos. Greenberg fue el impulsor del predominio del expresionismo abstracto, encarnado en la figura de Jackson Pollock. Danto escribe que comprendió que la filosofía del arte debería tomar una nueva orientación cuando vio las cajas Brillo que Warhol mostró en Nueva York.
De esa forma, las cajas Brillo fueron una de sus más importantes fuentes de inspiración, que lo llevaron a reflexionar sobre el hecho de que un objeto fuera una obra de arte, mientras que otro prácticamente similar fuera una cosa cotidiana y no arte. En otros términos: ¿Por qué las cajas Brillo de Warhol eran consideradas arte, mientras que las cajas con esponjas Brillo en los supermercados eran simplemente envases? La respuesta a la pregunta fue dada por el propio Danto unos años más tarde, cuando escribió que las cajas Brillo de Warhol eran arte porque inspiraban a la reflexión sobre el concepto de arte, y porque eran lo opuesto a anteriores definiciones de lo que era considerado arte.
Así como el periodo posterior al impresionismo fue llamado posimpresionismo, el periodo posterior al modernismo fue llamado posmodernismo. Danto, en cambio, acuñó el concepto “poshistórico” para nombrar el periodo posterior a las cajas Brillo, dando a entender que la historia del arte había terminado, y que aunque indudablemente los artistas seguirían creando, ya no era posible continuar con el mismo desarrollo narrativo que había sido usado hasta ese momento. Considerando, entre otras cosas, que de ahí en más cualquiera podía ser artista (una propuesta planteada por el propio Warhol en sus pinturas con espacios numerados para rellenar con colores) Danto escribió: “Deberíamos pensar en el arte después del fin del arte, como si estuviéramos emergiendo desde la era del arte a otra cosa, cuya forma y estructura resta ser entendida.”
NUEVOS ACTORES. Durante las décadas siguientes las cajas Brillo seguirían siendo una referencia del arte contemporáneo, lo que se manifestó, entre otros fenómenos, en relación con la aparición de la llamada “apropiación”, una forma de trabajo que consiste en que un artista se apropia de obras de otros artistas y las presenta como propias. Uno de los casos más discutidos fue el de Sherrie Levine, que hacia 1980 fotografió obras de fotógrafos consagrados y presentó el resultado, versiones idénticas a los originales, como obras propias. Cuando el artista Mike Bildo se propuso realizar una serie de apropiaciones basadas en obras icónicas del siglo XX, eligió, junto a obras de Duchamp y Pollock, las cajas Brillo de Warhol, lo que en 1995 resultó en una serie de cajas Brillo que tituló Not Andy Warhol (Brillo Box).
Recientes sucesos relacionados a las cajas Brillo revelan la persistencia de la importancia dada a lo “original” en el mercado del arte. Un episodio al que se ha dado ribetes escandalosos, y que puede mancillar la reputación del internacionalmente famoso crítico sueco Pontus Hultén (fallecido en 2006), fundador del Museo de Arte Moderno de Estocolmo, y luego curador estrella del Centro Pompidou en París y del Museo de Arte Contemporáneo de Los Ángeles. Según un artículo titulado “The Brillo-Box Scandal”, publicado en la revista Artnews en noviembre de 2009, Hultén habría encargado en 1990 (tres años después de la muerte de Warhol) la fabricación de 105 cajas de Brillo, las que luego de una retrospectiva en Estocolmo fueron vendidas como “originales”. Aún no ha sido esclarecido el papel que Hultén jugó en relación al destino final de las obras, cuya venta ha conmocionado a galeristas y coleccionistas de todo el mundo.
Es una paradoja que las obras que Warhol concibió en contra de los principios del mercado de entonces sean hoy codiciados originales, mientras que las de Bildo son apropiaciones, y las encargadas por Hultén presuntas falsificaciones. Aunque, en definitiva, quienquiera que tenga acceso a los medios técnicos adecuados puede fabricar su propia caja Brillo.
Fuente:
http://artepedrodacruz.wordpress.com/2010/07/02/las-cajas-brillo-de-andy-warhol-filosofia-de-lo-cotidiano/
El País Cultural. No. 1074, 2 de julio de 2010, Montevideo, Uruguay.

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