Vilfredo Pareto y su Regla 80:20

Vilfredo Pareto nació en París (Francia) el 15 de julio del año 1848, hijo de Rafael Pareto, un ingeniero italiano exiliado en Francia por motivos políticos, y de Marie Métenier, una ama de casa francesa descendiente de una familia acomodada de la burguesía parisina. Se traslado junto a su familia a la ciudad italiana de Torino en el año 1858, comenzando sus estudios superiores en el año 1870 en la Escuela Técnica de la misma ciudad.
Pareto fue un joven con una tremenda madurez profesional, que destacó de manera temprana en sus inicios, cuando en el año 1880 se convirtió en director general de la sociedad del tren italiano en la ciudad de Florencia.
Fue un profesional muy relacionado con la elite burguesa y académica italiana, participando de manera activa en el Círculo Cultural de Florencia, asociación con la que participó adicionalmente con diversos artículos en el campo de la política y de la economía.
Pareto de manera paralela a su actividad profesional e investigadora, desarrollo una importante actividad política. Sus inicios se remontan al año 1882 cuando presentó su candidatura como diputado en el colegio de Montevarchi, siendo muy crítico con el régimen de Benito Mussolini, y en especial del intervencionismo y la falta de competencia de sus políticas en la economía italiana.
El lado oscuro de su biografía que Mussolini lo nombró senador vitalicio, muy a pesar de mostrarse en desacuerdo con muchas de sus tesis, por la gran influencia económica que este ejerció entre los fascistas italianos. Murió en la ciudad suiza de Ginebra el 19 de agosto de 1923 tras la agonía de una larga enfermedad.
La Ley de Pareto, también conocida como la Regla 80/20, consiste en que se ha descubierto que, de una forma aproximada, el 20% de una acción produce el 80% de los efectos, mientras que el 80% restante sólo origina el 20% de los efectos. ¿Qué significa esto traducido a un lenguaje que todos podamos comprender? Significa que de todas las actividades que hagamos a lo largo del día tan sólo un 20% aproximado de ellas producen el 80% de los efectos/resultados. Dicho de otra forma, la mayor parte del día estamos ocupados haciendo tareas intrascendentes en atención a la poca incidencia que estas tienen en los resultados deseados.
Cómo aplicar la Ley de Pareto en tu trabajo diario
1. Lo primero de todo es identificar ese 20% de las actividades que produce el 80% de los resultados.
Toma una hoja y escribe una lista de todas las tareas que haces a lo largo del día. Después, al lado de cada una, señala los resultados que estimas que esa acción produce. Aquí la clave está en valorar adecuadamente los resultados que se conseguirán al acabar la tarea. Sabemos que no todas las tareas tienen una recompensa o un resultado inmediato, por lo que habrá que tener en cuenta también el provecho que se espera conseguir a largo plazo. De no poder hacer una valoración exacta de la tarea deberás hacer tu propia valoración. Todas las tareas deben de tener una misma forma de valoración de su relevancia. Las dos que yo uso son: (1) la relevancia de las tareas cuantificada en dinero; y (2), la relevancia cuantificada mediante una asignación numérica creada por nosotros.
Lo bueno de utilizar la primera forma de valoración es que la mayoría de actividades son cuantificables en dinero. La primera es especialmente útil cuando ya conoces el dinero que te aporta cada actividad. Por ejemplo, imaginemos que tenemos un negocio online de venta de un producto alimenticio. Tenemos mil clientes que cada mes nos compran ese producto. Debido al aumento de clientes cada vez gastamos más tiempo y recursos en la atención de sus quejas y de otros problemas varios con la entrega de los pedidos. Pues bien, observando los pedidos de cada cliente nos damos cuenta que la gran mayoría de los pedidos (un 78% del total) los hacen unos pocos clientes (24% del total). La estrategia a seguir si aplicamos la Ley de Pareto es clara: a partir de ahora vamos a centrar la mayor parte de nuestro tiempo y esfuerzo en atender y satisfacer las necesidades de ese 24% de clientes. Ahora ya no veremos diluido nuestro tiempo y recursos en mil clientes sino tan sólo en 240 clientes. El servicio se optimiza para ellos, se simplifica el tejido distributivo, se reduce el tamaño de la empresa y la atención a esos clientes mejora considerablemente. Resultado: Los clientes están contentos; reforzamos su fidelidad a nuestro producto; esos clientes hablan bien de nuestro producto y de nosotros, por lo que ganamos nuevos clientes “de calidad”; al reducir el tamaño de la empresa y simplificar las operaciones que hay que llevar a cabo se reducen notablemente los costes (menos personal en la empresa, menos subcontratación, etc.). En definitiva, con menos trabajo más beneficios. ¿Nada mal verdad?.
En cuanto a la segunda forma de valoración, esta es, asignar a la tarea un número que refleje su relevancia (ej: 1 al 5), resulta muy útil cuando no hay una cuantificación monetaria de la tarea o actividad ya preestablecida. Por ejemplo, escribir un libro sobre financiación de startups. No sabemos qué beneficios nos va aportar, si alguno, aunque podemos hacer una estimación orientativa de estos. Por ejemplo, habría que tener en cuenta el dinero que podemos obtener de la venta de copias del libro; la reputación que ganaríamos por haber publicado un libro sobre startups; los nuevos clientes que podríamos atraer gracias al libro, y un largo etc. Como podéis ver en este supuesto la valoración no está clara. Aquí resulta más fácil asignar a la actividad un número orientativo de su relevancia, pongamos un 4, que no cuantificar el resultado en dinero (¿cuánto nos aportará? ¿3000? ¿6000? ¿200?).
2. Administrar el tiempo de tal forma que el grueso de nuestro trabajo se destine a ese 20% de tareas.
Identificadas las tareas que producen el mayor resultado es momento de saber distribuir el tiempo para optimizar los resultados de nuestro trabajo. Dicho en otras palabras, la mayor parte del día te has de dedicar a trabajar en aquellas tareas que más resultados te aportan. Una buena distribución de tiempo, y muy fácil de recordar, sería un 80% del tiempo destinarlo a aquellas tareas más relevantes y un 20% del tiempo destinarlo al resto de tareas menos relevantes que no hayamos podido eliminar o delegar.
3. Qué hacer con ese 80% de tareas que nos quita tanto tiempo y tan poco provecho nos aporta.
Con ese 80% de tareas que nada o poco nos aporta hay que o bien eliminarlas o, de no poderse eliminar, delegarlas. Si tampoco las podemos delegar, habrá que agruparlas y tratar de hacerlas todas en un mismo período de tiempo, para que no se diseminen a lo largo del día.
Eliminarlas: Simplemente dejas de hacer la tarea de que se trate.
Delegarlas: Se las traspasas a otra u otras personas, ya sea porque a él o ella le gusta hacerlas, porque tú tienes una posición de dominio con respecto a esta persona o porque le pagas por hacerlo. A veces sale a cuenta pagar a un tercero para que te haga un trabajo que, aunque podrías hacerlo tú mismo, el esfuerzo que deberías dedicarle no merece el resultado que obtendrías.
Agruparlas: Aquellas tareas que no se puedan eliminar o delegar deben de ser, en la medida de lo posible, agrupadas y llevadas a cabo en un mismo periodo de tiempo. Por ejemplo, de 4 a 5pm, antes de plegar del trabajo. Se pueden distribuir en más de un período durante el día (de 8 a 9am y de 3 a 5pm) dependiendo de su cantidad y tipología. Otra posibilidad sería destinar un día entero a esas tareas (por ejemplo el viernes). Lo que no queremos que pase es que estas tareas de “baja calidad” se diseminen a lo largo del día. Con ello, evitaremos estar todo el día ocupado con ellas y, además, liberaremos nuestra mente de la carga que supone tener esas tareas pendientes. Ya no nos preocuparemos más por esas tareas mientras estemos trabajando en lo realmente importante, porque ahora ya hemos asignado un momento del día concreto para hacerlas.
Si quieres saber más sobre agrupar tareas para potenciar tu productividad te recomiendo que te leas este otro artículo: Productividad para Dummies
4. El verdadero alcance en la aplicación de la Ley de Pareto
Hasta ahora hemos hablado de la Ley de Pareto aplicada al trabajo y a la actividad empresarial, y hemos hecho referencia a la existencia de muchas tareas distintas. La Ley de Pareto tiene un alcance mucho mayor al arriba explicado. Veamos algunos ejemplos concretos de otras aplicaciones de la Ley de Pareto:
La Regla 20/80 aplicada a una sola actividad o tarea
En efecto, la Ley de Pareto se puede aplicar a una actividad única. Lo único que hemos de hacer es dividir la tarea en aquellos elementos que la forman y asignar un valor a cada parte. Por ejemplo, la elaboración de un trabajo, de un plan de negocio, de un estudio de mercado, etc. Podemos considerar que la búsqueda de la información necesaria es un trabajo que bien podríamos delegar a un tercero. Nosotros podemos destinar nuestro valioso tiempo a analizar los datos que nos den. Otro ejemplo sería cualquier tarea que tenga subtareas, nosotros deberíamos centrarnos en las subtareas que más impacto tuvieran en el resultado final.
La Regla 20/80 aplicada a diferentes esferas de la vida
La Ley de Pareto no sólo sirve para ser más productivo en el trabajo sino para serlo en cualquier esfera de la vida que te puedas imaginar. Ejemplos hay cientos pero me limitaré a darte dos:
- Aprendizaje de idiomas
Identifica y apréndete las estructuras gramaticales y las palabras más usadas de un idioma.
- Relaciones personales
Identifica aquellas relaciones personales que más te aportan y concéntrate en ellas.
Identifica que cosas te hacen mejorar tu relación de pareja y céntrate en llevarlas a cabo de la mejor forma posible.
En resumen
Identifica lo realmente importante y centra tus esfuerzos en hacerlo lo mejor posible. El resto menos importante lo desechas, lo delegas o lo agrupas para hacerlo en un periodo determinado de tiempo
Fuente: http://manuelgross.bligoo.com/content/view/1290311/Las-Dos-Grandes-Leyes-de-la-Productividad-Pareto-y-Parkinson.html
http://www.elblogsalmon.com/economistas-notables/economistas-notables-vilfredo-pareto

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