Jorge Luis Borges creó en el cuento «Funes el memorioso» una  bella alegoría entre la pasión y la razón. Si bien el tema del cuento es de un  alto contenido filosófico –describe el problema de la percepción del mundo a  través de un protagonista con facultades increíbles–, aún así, como sucede en  las obras de Borges, la posibilidad de abrir nuestra lectura a partir de unas  pocas páginas es abrumadora, y junto a la lectura filosófica aparecen otras  cuestiones, laberintos innumerables de interpretación.
Razón frente a pasión
Funes es el símbolo del superhombre entendido a la manera borgiana, esto es,  no un superhombre moral, como en Nietzsche, sino un superhombre a quien sus  capacidades cognitivas le permiten atajar la realidad a más niveles.
El autor argentino confecciona un personaje de una memoria infinita  (palabra ésta de gran importancia en la poética del autor) capaz de conocer el  mundo hasta límites insospechados. Pero no es éste un proceso intelectual, a  pesar de haber sido acusado nuestro autor de frío intelectualismo en sus  cuentos, sino que, como se nos dice en la propia obra, Funes era incapaz de  pensar, de abstraer lo imaginado, y su única habilidad es hacer presente la  experiencia vivida a través de la memoria, una suerte de viaje en el tiempo para  poder recordar (sentir) los momentos idos.
Nótese cómo en la primera aparición del protagonista, éste se pasa horas  observando una flor, únicamente contemplando sus facetas físicas, la manera en  que la luz contornea sus volúmenes, etc. En el conflicto clásico entre razón y  pasión, Funes se nos revela, curiosamente, como pura pasión, total entrega a la  realidad sin abstraer ninguna dimensión interpretativa de los sucesos cotidianos  que le acontecen. No en vano la flor que contempla es una pasionaria.
El delirio de las categorías
A través de la filosofía (Locke y Platón, principalmente), Borges conjetura un individuo, un  superhombre capaz de sentir más allá de lo imaginable, casi hasta el infinito,  hasta tal punto que su parálisis no es advertida en un primer momento por no ser  de importancia ante la abrumadora realidad.
La idea de Borges es que la realidad constituye un absoluto del cual hacemos  distintas clasificaciones y categorizaciones (algo muy parecido a lo que dirá  ese otro gran filósofo borgesiano que fue Michel Foucault), las cuales  nos permiten, a través de un solo signo lingüístico, denominar a todos los  individuos de su clase.
Funes cuestiona esta idea, de Platón, y defiende la irreductibilidad del  signo lingüístico: cada cosa, como en el idioma conjeturado (y desechado) por  Locke, tiene una palabra que lo denomine, llegando al extremo de dar nombre a  cada número e ignorar el sistema de unidades, decenas, centenas, etc. Borges, a  través de su creación, certifica la limitación del hombre para conocer el  infinito.
Realidad o ficción
Otro gran recurso que aparece en el cuento y que es una marca clara del  estilo borgiano es el juego entre realidad y ficción. El yo del narrador nos  introduce en el tema de lo narrado a través de una serie de rodeos, casi  ensayísticos más que literarios, en donde se nos dice que esta pequeña biografía  de Funes va a aparecer inserta en un volumen mayor, dedicado también a esta  figura, lo que nos da una mayor noción de verosimilitud.
Todos los datos y fechas colaboran en esta intención de hacer real lo  ficticio. Hasta tal punto llega este compromiso con la verosimilitud que en un  apartado el narrador nos dice que abandonará el estilo directo porque no posee  la prodigiosa memoria de Funes y recrear lo escuchado hace tantos años no es  creíble. El propio tema narrado, por tanto, obliga a modificar ciertas marcas de  estilo en la escritura.
No faltan tampoco en este gran cuento borgiano datos literarios que crean un  aire ensayístico y que participan de esa idea de verosimilitud, aunque en muchos  casos algunos de los títulos citados, como solía hacer Borges, no sean reales y  sólo constituyan una bibliografía ficticia con una finalidad estética. En los  libros en latín que Funes aprende pronto a leer correctamente se destacan los  casos de hombres con memoria prodigiosa, a modo de literatura dentro de la  literatura, una especie de fractal en donde aquello que leen los protagonistas  es el reflejo de lo que nosotros mismos leemos.
Con esa misma ansia de expresar lo infinito, que aparecía en cuentos como «El  Aleph», Borges nos ofrece aquí la totalidad del mundo reducida a ese otro  extraordinario aleph: la mente humana.
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