Kjell Askildsen, un escritor escéptico.

A los 81 años, el noruego Kjell Askildsen, cuando fuera invitado al Festival Internacional de Literatura de Buenos Aires (Filba), mantuvo una agilidad envidible, y un sentido del humor que en su concepto de las cosas, es el rasgo adecuado para soportar la aspereza del mundo contemporáneo.
"Yo no tengo ninguna esperanza en la condición humana", dice el escritor. "Pero no tengo nada de nihilista. Podría definirme como escéptico. Escéptico es más preciso", aclara.
Los "Cuentos reunidos", que llegó para presentar en esta capital, fue publicado por la serie Fuera de Tiempo de la editorial Lengua de Trapo, y lleva, su primera edición, un prólogo de Fogwill, quien también se encargó de la selección de los relatos.
Askildsen no conoció a Fogwill, pero algunas anécdotas alcanzaron los oídos de este caballero que sostiene un discurso complejo con claridad, sin titubear.
Askildsen está considerado uno de los maestros actuales del relato corto; su primer libro, aclamado por la crítica de su país, en la biblioteca de su ciudad natal fue prohibido por "inmoral".
Entre sus libros más conocidos están "Un vasto y desierto paisaje", "Ultimas noticias de Thomas F. para la humanidad", "Los perros de Tesalónica" y "Desde ahora te acompañaré a casa"; los cuatro volúmenes están incluidos en esta selección; sólo quedó afuera una novela -la única traducida al castellano.
El noruego asegura que "siempre quiso ser escritor. Nunca quise ser otra cosa. Bajo la idea de armonía, perfección, acecha siempre la catástrofe, el conflicto. La única manera que conozco de darla a ver es por medio de la literatura".
Pero el que no estaba convencido era su padre, un pastor luterano ortodoxo, "pietista, para mayor precisión", dice Askildsen, que de inmediato cuenta de su desilusión.
El hombre se acomoda los anteojos y recuerda: "Una noche de invierno, yo tendría veintitrés o veinticuatro años, cuando le dije que quería conocer su opinión del libro que le había dado la semana anterior".
El padre de Askildsen le soltó sin muchas vueltas que había quemado el libro, y que estaba avergonzado de su hijo, "para no hablar de mi madre, que había llorado toda la noche".
¿Qué era lo que había escrito? "Los cuentos hablan de soledad, relaciones sociales desencantadas, distancias insalvables, casi contribuyen al estereotipo de la frialdad nórdica. Pero eso es un estereotipo. Puede pasar acá, en Colombia, en Africa. El problema es la familia, las tensiones al interior de la familia".
El narrador busca en los cuentos "una tensión; si la literatura no transmite tensión, inquietud, no es literatura. Es otra cosa. No digo que sea ni peor, ni mejor, sino que es otra cosa. Lograr ese efecto de inquietud es muy complicado. Escribo cuentos cortos, tienen muchas reescrituras".
Askildsen escribe a mano, todos los días, dos o tres horas.
"Es lo que me da el cuerpo. La concentración, después de ese tiempo, se disipa. Pero nunca termino el trabajo sin saber cómo empezarlo al otro día", dice.
Por supuesto, respeta el cine de Ingmar Bergman, "pero no tanto. El parte de un supuesto que sus películas confirman o refutan. Pero mis textos apuntan al hueso, dejan ver la contradicción, lo insoluble, eso que no tiene solución".
En rigor, "lo que está excluido del mundo actual es la relación con la muerte. A la muerte se la niega, se la mantiene. La muerte es insoportable para nuestros contemporáneos. Yo no hablo de la muerte, pero está presente. Nadie quiere desaparecer. La idea de desaparecer de la mente de los otros resulta insoportable. Y ni hablar de la propia muerte".
Askildsen se ríe. Piensa que acaso sea algo siniestro. "Lo que escribo, lo escribieron mucho mejor, hace muchos años, (Ernest) Hemingway. Y también (William) Faulkner", concluye.                                

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