La decisiva batalla de Ayacucho

En España las luchas internas entre absolutistas y liberales, habían impedido enviar tropas de refuerzo a las colonias para evitar la emancipación, lo que hacía más factible pensar en la independencia.
La batalla de Junín, del 6 de agosto de 1824, dio mucha confianza a los revolucionarios, que comandados por Simón Bolívar, derrotaron a los españoles que venían desde el Alto Perú.
Bolívar se dirigió a Lima para solicitar apoyo financiero a la causa, y más hombres procedentes de Colombia. El mando de las tropas fue delegado al general Sucre.
La decisiva batalla de Ayacucho, tuvo lugar el 9 de diciembre de 1824. Las fuerzas patrióticas, de 6.000 efectivos, al mando de Antonio José de Sucre vencieron a las tropas realistas formadas por más de 9.300 hombres, bajo el mando del virrey José de La Serna.
La superioridad española no sólo era en número de combatientes sino también en armas. Once piezas de artillería se contraponían a la única criolla, cuya fuerza de lucha estaba integrada no sólo por peruanos, sino también por argentinos, bolivianos, chilenos, mexicanos, panameños, colombianos y ecuatorianos, que conformaban el Ejército Unido Libertador. Pero la marcha a la que se vieron obligados a desarrollar los realistas, con avances y retrocesos, por los continuos repliegues patrióticos, fue diezmando a los españoles, que atacaron más motivados por la desesperación de no verse vencidos por el cansancio y por el hambre, que por estrategia militar.
El desarrollo de las acciones fue el siguiente: Los criollos se ubicaron en la Pampa de la Quinua o Ayacucho, muy cercano a la posición realista. Allí Sucre dividió las tropas. Al mando de José María Córdoba, organizó cuatro batallones de colombianos, que dispuso en el ala derecha. A la izquierda ubicó otros tantos batallones de peruanos, al mando de La Mar. En el centro, posicionó dos regimientos a cuyo frente estuvo el general Miller. La reserva de colombianos, donde se dejó la única pieza de artillería estuvo dirigida por Lara.
En la retarguardia, al centro, se dispusieron las tropas de caballería formada por los Húsares del Perú, Granaderos y Húsares de Colombia y un escuadrón argentino de Granaderos a Caballo.
José de Canterac, al mando de los realistas, dividió sus tropas. Mientras las primeras cruzarían el río Pampas, para rodear al enemigo, las restantes bajarían desde el cerro Condorcunca, donde se habían apostado.
Las acciones bélicas comenzaron a la 9 de la mañana. El ala derecha de los realistas, al mando de Valdez, a las 11 de la mañana atacó a La mar, y lo hizo replegarse. Sucre, movilizó entonces, el ala derecha. El valor demostrado por el general Córdoba, quien no sólo manifestó ánimo de lucha sino temeridad, sorprendió a los realistas. Tras matar a su propio caballo, para evitar huir, ordenó a sus tropas acercarse peligrosamente al fuego enemigo. Mezclados los bandos, la lucha se hizo cuerpo a cuerpo.
La izquierda realista emprendió una desordenada retirada. Los criollos obtuvieron grandes ventajas e hirieron e hicieron prisionero al virrey. El mando de las tropas españolas quedó a cargo de Canterac, quien reunió un Consejo de Guerra para decidir la peligrosa situación. Tras decidir dirigirse hacia el Alto Perú las tropas se amotinaron. Los realistas decidieron rendirse, ya que sólo contaban con 400 hombres dispuestos a la lucha.
El general Antonio José de Sucre, fue honrado con el título de Mariscal de Ayacucho y Benemérito del Perú en Grado Eminente.
El sueño de Bolívar de una América grande y unida, tuvo en esta batalla un esbozo de realización, ya que sin identidades separatistas, y unidos por el común sueño de una América libre se enfrentaron contra el poder hegemónico de España en una lucha que sellaría el destino positivo de la revolución. Sólo Cuba y Puerto Rico quedaban ahora bajo el dominio hispánico.
Luego de ella, se convocó al Congreso Anfictiónico, que se reunió en Panamá, cuyo objetivo era reunir a toda la América Hispánica en una gran federación. Este objetivo no pudo concretarse.

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