Mr. Gwyn, el pintor del alma (Alessandro Baricco)

Jasper Gwyn es un reconocido escritor que vive en Londres. A los 43 años escribe un artículo, y lo lleva personalmente, dando un paseo, al diario The Guardian. En él, establece una lista de las cincuenta y dos cosas que no piensa volver a hacer en su vida: la última es “escribir libros”.
Después de divagar mucho, hablar consigo mismo y discutir con su agente, al que le une un entrañable cariño recíproco, empieza a sentir malestar, una forma de extrañeza de la escritura, le faltan los gestos y la manera en que diaria y ordenadamente “convertía sus pensamientos en el trazo rectilíneo de una frase”. Prueba a escribir mentalmente, pero no es lo que busca; prueba a hacer lo que ha visto en una película, concentrarse en cada uno de sus gestos y movimientos, seguir sus secuencias vitales con el máximo interés de principio a fin, pero tampoco eso consigue llenar el vacío que le ha dejado la escritura. Hasta que un día, visitando una galería de arte se siente fascinado por los retratos que cuelgan de las paredes y decide lo que va hacer a partir de entonces: “escribir retratos para devolver a la gente a su casa”.
De entre todos los posibles trabajos que puede hacer –una vez descartada la posibilidad, auténtica, de vivir de las rentas de tres anteriores novelas, que han conseguido un notable éxito en el país y excelente acogida en el extranjero, y rechazados todos los contratos de ediciones, traducciones, etc., que le llegan- intuye que puede tener un futuro como “copista” (más por los ecos que le trae la pronunciación de la propia palabra copista que por el conocimiento que tiene de la profesión, que es nulo).
Se alquila un estudio cochambroso por el barrio de Marylebone, se compra un cuaderno con hojas color crema y varios lápices, y se dispone a “copiar” no dibujos, ni pinturas, ni textos, sino personas. No son retratos lo que quiere hacer, quiere escribir “copiando”… ni siquiera sabe bien qué de los seres humanos. Se estrena con Rebecca, la becaria joven, gorda y guapa de su agente literario, a la que contrata durante treinta y dos días, exactamente el tiempo que tienen de vida unas bombillas muy especiales que le ha fabricado el (probablemente) último artesano de un oficio desaparecido…
Como siempre, todo en la escritura de Alessandro Baricco es insólito, a veces incluso cargante, pero posee una virtud que muchos escritores de su altura le envidian: es capaz de construir una primera fase que engancha. Y eso es algo que en literatura no tiene precio. ¿Por qué treinta y dos días y no un mes? A Baricco no se le puede discutir, hay que aceptarle como es.
Dejando de escribir libros, Mr. Gwyn -¿es todo lo autobiográfica que puede ser la ficción, son los sueños y delirios del fabulador Baricco la historia del copista londinense?- no quiere realmente cambiar de profesión, lo que pretende es cambiar de perspectiva, dejar de centrarse en la inspiración y empezar a creer en la magia. Por eso monta un escenario entre misterioso y cutre pero muy sugerente, en el deja intactas las manchas de humedad de las paredes seguramente porque le proporcionan pistas de lo que quiere hacer con el resto de su vida.
“Detrás de los personajes de Baricco está siempre, y solo, Baricco”, leo en el blog de un lector italiano que disfruta la lectura de uno de sus autores favoritos: “Es una garantía de seguridad, una marca de fábrica, sus libros son un complejo retrato de sí mismo que, por otra parte, es lo que intenta hacer Mr. Gwyn”. Porque, todos somos “historias, no solo personajes”.
“El pintor del alma”, titula la reseña de la publicación en Italia de Mr.Gwyn el semanario Panorama, enumerando una serie de razones para recomendar su lectura; la principal que “los modelos se reencuentran consigo mismos en todos los personajes que componen su retrato narrado, experimentando una visión multidimensional de ellos mismos… aunque el apagarse de la última bombilla les hace sentirse por primera vez realmente desnudos, no frente al copista sino frente al tiempo que, mientras tanto, ha volado llevándose montones de cosas”

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